jueves, 27 de enero de 2011

La franquicia, una fórmula de autoempleo

Con más de cuatro millones de parados que, a fecha de publicación de este artículo, están anotados en la lista del INEM, la franquicia se presenta ante este segmento de la población como una opción más que factible para aquellos que no encuentran opciones ni interesantes ni reales para trabajar por cuenta ajena.

Y es que la franquicia es una de las fórmulas de autoempleo que menos riesgo empresarial conlleva pues el nuevo franquiciado tendrá acceso a una fórmula comercial ya probada en el mercado y con resultados satisfactorios. Además de que formar parte de un negocio validado, la central de franquicias suele facilitar sobremanera la gestión al franquiciado al transmitirle todo el know how mediante la formación y la cesión de los manuales operativos. Otro añadido a tener en cuenta es el de participar de la imagen de marca y de las acciones comerciales y de comunicación que realice la central.

Si bien, es importante tener en cuenta que este sistema no implica inexorablemente el éxito del proyecto ni que el ritmo de trabajo ni la implicación del franquiciado sea menor que la de un negocio tradicional. El franquiciado, pese a pertenecer a una cadena y a tener su respaldo, siempre será un empresario independiente que tendrá que esforzarse y luchar por el éxito de su negocio.

Para el formato “autoempleo”, el perfil del franquiciado sería el de aquel emprendedor que se haría cargo de la gestión del negocio, implicándose directamente en el día a día del mismo y cuya economía particular dependiera de esta actividad. Es más, está demostrado, que el negocio es más rentable si el dueño del mismo es a la vez el gestor pues se evita el alto coste fijo de la contratación de un empleado.

El abanico de la inversión de las franquicias que se suelen denominar “autoempleo” es amplio y oscila entre 5.000 hasta 120.000 euros. Con esta coyuntura económica, por muy paradójico que parezca, y más concretamente, con las indemnizaciones de los despidos, estas cifras se vuelven más asequibles para el recién destituido. Y la crisis se reinterpreta nuevamente como una oportunidad.

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